Hace poco me encontré con el “problema” de cambiar de teléfono móvil. Mi antiguo teléfono no funcionaba bien, así que tenía que dar el paso. El móvil es un objeto imprescindible en la vida moderna. Es tan importante que me daba igual que tuviera que comprarlo libre, canjearlo por puntos… lo que me importaba era que el aparato me durara y que me sirviera para cubrir mis necesidades (sobre todo las profesionales).
Así que inicié el proceso de investigar qué teléfonos existen. Me puse a buscar en INTERNET. La verdad es que si te pones a profundizar es increíble ver la variedad que hay, la cantidad de información que proporciona cada modelo. Me puse a buscar en Google las páginas de las diferentes marcas de móvil – sobretodo las que más me sonaban-, después consulté blogs sobre tecnología/móviles. Además, hice clic en varios Adwords que me parecieron que me podrían ayudar.
Ante tal cantidad de información y para simplificar el proceso de selección, busqué una primera variable de discriminación. ¿Qué teléfonos me proporciona mi operador móvil? Igual interesa ver primero qué me ofrecen. Así que me fui a una tienda Movistar. Entré con el convencimiento de que iba a salir de la tienda con un móvil nuevo. Pero no fue el caso.
La verdad es que la experiencia fue terrorífica (por decirlo suavemente). 10 mostradores, 2 personas atendiendo. 1h de espera. La persona que me atendió llevaba sólo 1 semana en la tienda, la pobre no sabía mucho, pero es que le daba igual. Su preocupación era despachar rápidamente a la gente. Las preguntas que hice fueron algo así:
- YO: Buenas tardes, quiero un móvil, me gustaría saber si tengo puntos disponibles.
- ELLA: Tiene disponibles XX puntos, así que puede elegir entre todos los modelos que tiene ahí en la pared (56 diferentes). ¿Qué le gustaría que tuviera? Mp3, mail, agenda, Internet, Gb de memoria…
- YO: Que tenga de todo, o casi todo, que me dure tiempo y que me sirva para trabajar. ¡Ah! Y si es posible, que la batería también dure.
- ELLA: Bueno, pues tiene disponible esta gama de 15 diferentes. Cuando seleccione uno, me avisa y así no tendrá que hacer la cola. ¿Siguiente?
Me puse a mirarlos y la verdad es que todos eran muy chulos, de marcas muy buenas, pero después de tanto rato, me di cuenta que no tenía capacidad de decisión. Así que me fui.
A partir de ahí, el proceso siguió. Pregunté a mi amigo freak (todos tenemos uno de esos). Me calentó la cabeza. Me empezó a hablar de teléfonos que ni sabía que existían, de algunos que incluso todavía ni siquiera se habían lanzado. Me explicó que si compraba el móvil en eBay me saldría mejor de precio. Que a un amigo suyo tal teléfono se le había estropeado, y finalmente me recomendó cambiarme de operadora. No me ayudó demasiado, la verdad (aunque agradezco muchísimo su esfuerzo).
El proceso no se simplificó, así que empecé a fijarme en los teléfonos que lleva la gente de mi entorno profesional y a preguntarles por su experiencia, que si Blackberry es así, que si Nokia es asá, que si el iPhone. En este punto te das cuenta que, dependiendo de tu elección, formarás parte de un tipo de comunidad (los de Mac, los de Blackberry, los de Nokia). El caso más llamativo con el que me encontré fue la comunidad de venezolanos, que todos utilizan Blackberry ya que así pueden utilizar el chat gratis para comunicarse con la gente de su país.
Finalmente me decidí por el iPhone* y debo reconocer que me he enamorado de este cacharro, que no es un móvil. Es un juguete que sirve para muchas cosas y, entre ellas, puedes llamar por teléfono. Además tengo que reconocer el papel que ha tenido la marca Apple en la decisión final. Al final la marca cumple un rol fundamental de simplificación en el proceso de compra.
Lo que ahora tengo pendiente es repasar cada uno de los pasos del proceso de compra, ya que creo que no tiene nada que ver con cómo los anunciantes invierten su dinero en los medios para hacer llegar su producto a gente como yo.
* Para ser fieles a la verdad, cuando ya casi estaba a punto de ir a comprarlo, mis compañeros de Seisgrados, me regalaron el iPhone.